Si pasas suficiente tiempo en Texas Tech, empiezas a darte cuenta de lo mucho que significa la Doble T para la gente. Está cosida en gorras, impresa en parabrisas, pintada en neveras portátiles y grabada en muchos recuerdos de graduación. Así que cuando la universidad lanzó discretamente una versión más plana y simplificada, bueno, casi se podía sentir la reacción colectiva en Lubbock.
A primera vista, el cambio parece minúsculo. El biselado y el brillo metálico han desaparecido. Lo que queda es una versión simple y bidimensional del clásico favorito: limpio, fácil de imprimir e innegablemente moderno. Pero, de alguna manera, ese sutil ajuste generó más revuelo del que se esperaba. Es el tipo de cambio que se presenta sigilosamente y de repente se convierte en el único tema de conversación.
Los estudiantes comenzaron a publicar fotos comparativas en línea a los pocos minutos de la presentación. Algunos dijeron que se veía «bien», otros lo llamaron «sin alma». Algunos bromearon diciendo que la versión anterior tenía más personalidad que la mitad de sus ex. Nadie esperaba que un logotipo se convirtiera en el tema principal de la semana, y sin embargo, aquí estamos.
Las autoridades universitarias han dicho que el rediseño no busca borrar la tradición, sino ser práctico. La versión biselada, explicaron, era difícil de reproducir con claridad en tamaños más pequeños. En pantallas de alta resolución, a veces se veía borroso. El nuevo diseño plano es más limpio, escalable y más fácil de usar para las empresas de ropa. Desde una perspectiva de marca, es lógico. Desde una perspectiva emocional, no tanto.
Porque para mucha gente, esa brillante Doble T no era solo decoración. Tenía peso. Tenía profundidad, tanto literal como figurativamente. Parecía algo hecho para durar, forjado con la misma terquedad que mantiene a la gente del oeste de Texas incluso cuando el viento no para de soplar. El nuevo diseño se siente más ligero, más simple, casi cortés.
Se puede ver un paralelismo con Pepsi, que sufrió su propia ola de críticas públicas cuando desmanteló su logotipo hace años. La gente decía que se veía soso, bromeaba al respecto en línea y juraba que nunca se acostumbraría. Pero con el tiempo, ahora nadie se inmuta. Eso es lo que pasa con el cambio: lo que al principio parece incorrecto, con el tiempo se convierte en la nueva normalidad.
Lo mismo podría ocurrir aquí. Ahora mismo, las voces más fuertes pertenecen a los exalumnos que recuerdan el antiguo logotipo como parte de su historia universitaria. Para ellos, los biseles no son solo decisiones de diseño, sino que despiertan nostalgia. Recuerdan haber comprado su primera sudadera Tech con ese logotipo brillante o haberla visto en un parachoques al otro lado del país y saludar como si hubieran visto a un familiar.
Pero dentro de un año, los estudiantes de primer año que lleguen al campus nunca notarán la diferencia. La nueva Doble T será su símbolo. Lo usarán, lo animarán y algún día lo defenderán con la misma fiereza cuando Tech, inevitablemente, lo actualice de nuevo décadas después.
Quizás esa sea la verdad detrás de todo este revuelo: la gente no se pelea por logotipos, sino por recuerdos. Y Texas Tech tiene muchos de ellos integrados en cada curva y rincón de esa Doble T. Aplanarlo todo lo que quieras: el orgullo sigue en pie.

