El emblema de los Hurricanes da un giro Sobre el hielo, nítido y familiar. Pero esta semana, algo cambia. Si observas con atención, verás una pequeña marca integrada en el diseño: un discreto guiño a la herencia hispana. Es sutil, casi invisible, pero lo transforma todo. De repente, el símbolo no es solo el logo del equipo. Transmite historia, orgullo e identidad.
Walmer Medina, el artista detrás de este diseño, creció rodeado de relatos de Mérida, Yucatán. Su padre le enseñó que los símbolos importan, que cada curva y línea debe tener un significado. Esa lección dio forma a este rediseño. El icónico remolino del huracán permanece, pero Medina añadió un pequeño acento cultural. Una pequeña marca. Y, sin embargo, se siente vivo, casi como si girara con la energía del propio hielo.
Los colores también hablan. Rojos que parecen fuego, dorados que brillan como la luz del sol, toques de verde que recorren el borde. Son familiares, pero diferentes: vibrantes, llenos de vida. El acento reside en el movimiento, casi como un signo de puntuación en el centro de una historia. No grita. Invita. Invita a los aficionados a observar con mayor detenimiento, a apreciar la herencia intrínseca al juego.
Medina explica: “Es pequeño, pero tiene peso. Trata sobre las raíces, sobre las historias. Sobre conectar la cultura con un espacio donde… No siempre se reconoce. Cada curva y sombra del emblema refleja esa intención. El huracán se retuerce con movimiento, velocidad y fuerza, mientras que el acento lo ancla con discreción. Equilibrio. Energía y quietud. Tradición e innovación.
Conforme avanza la noche, el logo aparecerá por todas partes: desde pantallas gigantes hasta publicaciones en redes sociales, flotando sobre el hielo durante las actuaciones y la música. Es más que una imagen. Es un latido. Los aficionados que se inician en el hockey podrían detenerse, entrecerrar los ojos hacia la espiral y descubrir la pequeña marca oculta entre sus pliegues. Quizás no conozcan toda su historia, pero la sentirán.
La Noche de la Herencia Hispana no se centra únicamente en el diseño. Habrá baile, música en vivo y encuentros comunitarios. Pero el emblema lo unifica todo. Es un ancla visual, una declaración silenciosa. Un recordatorio de que un pequeño gesto, un diminuto acento, puede tener un significado inmenso.
Al sonar la bocina final, el remolino seguirá girando, pero transmitirá algo más que fuerza. Transmitirá herencia. La pequeña huella habrá cumplido su cometido: conectar cultura, historia y comunidad de una forma que el hielo por sí solo no puede transmitir. ¿La esperanza de Medina? Que la gente la vea, la sienta y comprenda que incluso un pequeño detalle puede crear algo inolvidable.

